Ambos eran miembros de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, personas humildes y trabajadoras que soñaban con un futuro mejor para sus familias. Sus vidas fueron brutalmente arrebatadas por la violencia que azota a nuestro país, un hecho que no podemos dejar pasar desapercibido.
Estos hombres, en su búsqueda por mejorar sus condiciones de vida, decidieron comprar una máquina a través de internet. Sin embargo, fueron víctimas de un engaño que los llevó a trasladarse a Yopal, Casanare, bajo falsas promesas. Lo que debería haber sido una transacción comercial se convirtió en una pesadilla.
Secuestrados y llevados a una vereda cercana a Tame, Arauca, sus familias se vieron obligadas a pagar más de 100 millones de pesos por su rescate. A pesar de los esfuerzos desesperados por traerlos de vuelta, después de once días de angustiosa búsqueda, encontramos sus cuerpos en un estado lamentable.
¡Exigimos justicia!